Be yourself; Everyone else is already taken.
— Oscar Wilde.
Un espacio de emociones
Escribir es parte de mi sentir
Be yourself; Everyone else is already taken.
— Oscar Wilde.
Un espacio de emociones
Ya han pasado tanto años que la mayoría de aquellos que podrían dar respuesta verídica y por demás convincente, han partido. Hoy los más dicen no recordar nada de lo ocurrido por aquellos años. Otros lo que hacen es mencionarl que ¿para qué? Insinuando de una u otra manera que es un tema de ínfimo interés. ¿Cómo hacer entender a los demás que esta curiosidad infantil tardía va más allá de los límites indescriptibles?
Voy de un lado a otro, divagando que veredas transitar para llegar hacia ese horizonte que estoy buscando con interés desmedido. ¿Podrá haber un hálito vital todavía? Tal vez así sea.
¡Hola! Me llamo Cecilia, resido en la Ciudad de México. Envío mi historia a la gente de Chiapas. Nací en el año de 1963, hace ya 60 años. Mi madre, Teresa, falleció al dar a luz en la capital del país. Su padre era ferrocarrilero. Ella, según cuentan, viajó desde un pueblo de la provincia chiapaneca para estudiar enfermería, pero lamentablemente no pudo llevar a término su propio sueño.
Fui inmediatamente adoptada por una familia, cuya residencia estaba en la Alcaldía de Coyoacán. A pesar del tiempo transcurrido, rememoro con bastante claridad – mi edad era de más o menos cinco abriles – el día que vino a visitarnos una dama procedente de Chiapas, platicó con mi mamá por un amplio intervalo. Si bien no recuerdo el contenido total de la charla, comprendí que sin duda el centro de la misma era yo, mientras jugaba a poca distancia de ellas.
Por breves momentos, en que hubo cierta cercanía a la amable visitante, por un instante tocó suavemente mi cabeza, viéndome a los ojos, me preguntó cómo me llamaba, respondí Cecilia. Aunque traté de indagar el suyo, no recuerdo si me lo dijo, solo puedo citar en mi memoria sus últimas palabras: – Soy tu tía-.
La dama era hermana de Tere, mi progenitora biológica. A medida que transcurrieron los años, me enteré de que fue a buscarla y, tras mucho preguntar, dio con el domicilio en el que crecí.
Según los relatos familiares, en la conversación mi madre adoptiva le cuestionó si tenía intención de pedirme y llevarme a Chiapas, a lo que replicó que si lo había pensado, más al advertir que no carecía de nada y que estaba en buenas manos, me dejaría allí. Situación que explicaría a sus padres para que estuvieran tranquilos.
Si lees esta crónica, sabes que algo parecido ocurrió en algún lugar de este bello estado, o tal vez en tu entorno cercano. Pese a que lo creas innecesario, amiga o amigo escríbeme, tal vez tengas la respuesta a mi relato de vida. Mi correo electrónico es cceci6497chiapas@gmail.com.
¿Podrías compartir esta historia? Tal vez un día llegue a quienes le den respuesta. ¡Gracias de antemano!
Imagen: Canva
Hace ya varios meses comenté sobre mi búsqueda personal de antecedentes maternos y familiares en el bello estado mexicano de Chiapas.
Lamentablemente los derroteros que se me presentaron no eran los convenientes. A pesar de la buena voluntad de tantos, la publicación en diferentes medios estatales no llego a concretarse por razones por demás divergentes.
No faltó quien expresara un tanto dubitativo: – ¿Aún vivirán los familiares de tu madre biológica?-. Mi respuesta fue por demás positiva haciendo que mi corazón vislumbrara que si bien, no es mi primordial aventura, si yace al fondo de mi alma una infantil curiosidad por saber y conocer algo que hoy en día me ha sido negado la verdad sobre mis orígenes.
Imagen: Canva
Dando pasos o pasitos por una vereda casi invisible de mi obnubilada memoria. Tomando la mano de aquellos que por un breve instante aparecen o desaparecen cual esencia de una naturaleza cada vez más confusa y efímera.
Wislawa Szymborska
«Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.
No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.
Ayer, mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban,
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.
Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?
Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.
Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura»
Imagen: poemargens.blogspot.com
Por una acción imprevista he tomado hoy un cuaderno, al hojearlo me encontré con algunos textos que habían quedado en el olvido premeditado. No se la razón ni la buscaré pero dejé de escribir así sin más.
En lo intrínseco de mi memoria, en el más lejano rincón del subconsciente, algo me impedía tomar el teclado para expresarme. Sólo buscaba ver imágenes en cualquier medio sin percatarme de lo escrito a mi alrededor, más que de lo sustancialmente necesario para la sobrevivencia diaria. Para mi sorpresa pasaron meses en los cuales vagué en mi interior, indagando el porqué de este imperativo silencio.
Sin converger en una argumentación válida, las palabras han surgido nuevamente, no obstante, es como si el corazón se desgarrara en indiferencia. Ideas vuelan por mi pensamiento, buscando las emociones que se opacan ante cualquier nueva mirada, quiero creer que es un regreso con esperanza.
Imagen de: laylasoophia
Durante las últimas semanas me he preguntado porqué cuando quería tomar el teclado y escribir algo que me resultara agradable o al menos interesante, decidía no hacerlo. Increíblemente experimentaba una fobia por la lectura, por las letras, por aquello que tuviera que enredarme en un nudo de grafías.
Más allá de lo razonable podía ver la hoja en blanco y me estresaba significativamente tener que expresar la mínima idea. Mi mente se distraía en programas insulsos que no me llenaban en lo absoluto. Tal vez podrían rescatarse algunos momentos pero la mayoría sólo eran para evitar pensar, evadiendo sin duda la realidad circundante.
Para llegar a estas ideas que hoy comparto, pensé por horas, dejé el teclado y lo tomé en incontables ocasiones. Sin embargo, aunque hace tiempo ya que no me podía comunicar. Veo, ciertamente, que terminaré estas líneas sin exponer lo que hay detrás de cada golpe de tecla.
Hoy por la mañana estuve visitando un pueblo a las faldas del Iztaccíhuatl, con sorpresa pude notar que había un grupo de mujeres ya mayores que pretendían subirse a la camioneta que me transportaría de regreso hacia la cabecera municipal. Ellas decían que lo habían alquilado primero y que le habían adelantado el pago unas horas antes.
Sin dudar de sus palabras, volteé y pregunté al chofer tratando de averiguar si aquello era verdad. Asintiendo con preocupación, fingió verse sorprendido y pretendía arrancar sin siquiera atender la petición de las señoras. Afortunadamente tenía la puerta cerrada si no tal vez me hubiera caído, y le exigí que parara, que prefería bajarme. Así lo hice y al tocar el suelo sentí un gran descanso en el alma. Ya que un miedo me llenó cada uno de mis sentidos sin saber por qué
El se fue sin brindar el servicio a nadie más. Tuve entonces que averiguar cómo podría yo salir de la localidad y qué sobre todo, fuera funcional y accesible. Mientras tanto observaba al grupo de señoras, con sus canastas y bolsas llenas de múltiples contenidos, que al verse en la misma situación, me invitaron a unirme en la búsqueda de un medio de transporte.
Bajando por una de las calles hacia el centro de la localidad, nos indicaron que existía una pequeña terminal de autobuses la cual brindaba el servicio cada hora y que era accesible. Todas esbozamos una sonrisa, nos encaminamos al lugar y al tratar de adquirir boletos, la taquilla se encontraba cerrada con un letrero que decía: «Servicio suspendido hasta nuevo aviso»
Entonces nos trasladamos al centro del lugar, donde había un hermoso quiosco, con un local en donde las aguas de sabor y fruta fresca adornaban su entrada, todas sin dudarlo pedimos un vaso de agua de diferente sabor o la fruta de preferencia. Ahí le comentamos al encargado nuestra situación y ofreció llevarnos a la cabecera municipal pues él iría un poco más tarde a atender algunos asuntos.
Casi una hora más tarde pudimos, al fin, salir hacia el siguiente destino. Al contar esta aventura a mis familiares no les pareció creíble, ya que su argumento era, muy lógico ciertamente, que hoy veintisiete de marzo del año 2022 no puede ser posible que en sitios cercanos a la Ciudad de México existen poblados que no estén bien comunicados. Esto me sucedió hace unas horas.
Para Enrique Lomas
Cuando le dieron la noticia
sintió que nada es justo, que la vida
es un sueño de locos. Para cargar el cuerpo
solicitó la fuerza de su hermano.
La colocaron en la camioneta;
de riguroso luto iba vestida
con los ojos abiertos.
Él manejó centenas de kilómetros
oliéndola, sintiéndola,
atrás como una noche pavorosa;
no debía vacilar: era su madre
y había muerto sin verlo.
Gilberto Prado Galán
Para ser Orfeo, Orfeo tuvo que perder a Eurídice.
¿Será que la magnitud de su tristeza no es suficiente
para que la muerte de Eurídice cree un vacío entre tú y yo?
Un vacío donde yo pueda volver a escribir poemas…
Tania Ganitsky